lunes, 6 de diciembre de 2010

Un derecho ya marginal

Es curiosa la corriente de opinión que se ha conformado en torno a Chile este año. Aunque es propio de los gobiernos legitimarse en torno ideales–que en general distan mucho de la realidad– con fines de cohesión social, este año esa “construcción” ha rozado el límite de mi paciencia y la de varios. El personalismo del presidente– situación que va más allá del chascarro– es ya molesto y la frase “la nueva forma de gobernar” es utilizada sobreponiendo una vocación innovadora bastante discutible.

Lo que más me exaspera es que todo intento de crítica constituye un atentado contra la “unidad nacional” y el deseo de “todos los chilenos” de coexistir en paz y tranquilidad. Son ELLOS los que saben lo que queremos los chilenos; a mí, que de acuerdo a mi parte de nacimiento nací en Chile, nadie me preguntó si la unidad nacional es mi prioridad, menos si creo que las críticas socaban este noble valor. Esta fundamentación apela a lo más larvado del discurso nacionalista que define la complacencia-ciega como requisito de patriotismo; acá comparto con Albert Camus que el verdadero patriotismo “es una manera de amar a la patria que consiste en no quererla injusta y en decírselo”.

Acaso un ejemplo claro de la arbitrariedad y la campaña contra la disidencia se refleje en la política de quitar horas de historia en virtud de lenguaje y matemáticas con un claro objetivo mecanicista; más que la conspiración contra una disciplina considero que lo que queda de manifiesto es la conveniencia para estas personas (implícita o no) de tener ciudadanos funcionales y sin capacidad crítica. La historia a través de mostrar procesos del pasado desnuda y denuncia comportamientos del presente ¿tendrán algo que esconder? Por ejemplo podríamos compararlos con el tipo de régimen que operó en torno a la arbitrariedad y la condena de ciudadanos críticos. Pero para ellos el pasado es pisado y el futuro no tiene correlato con hacerse cargo de las contradicciones del pretérito, las cuales además nos proporcionan una potente arma de opinión y cuestionamiento.

El poeta Walt Whitman dijo “No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber” al ser casi un deber nos deja la tremenda responsabilidad de mantenerlo siempre vivo; espero que esta marginalidad a la que se ha recluido el carácter critico de la sociedad chilena sea un aliciente para empezar a oír nuestras propias voces, las que siempre gozan de una autonomía en principio subversiva.